Martin Auer: La guerra extraña, Historias para educar en la paz

   
 

Historia de un Rey Bueno

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Traducido por Noemí Ruiz del Olmo

Revisado por Sara Bernal Rutter

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La Extraña Guerra
Arobanai
Serpiente Estelar
Atasco
Los Dos Prisioneros
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Informe para el Consejo de los Sistemas Solares Unidos
Hablando Claro
La Bomba
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Érase una vez un rey bueno que gobernaba su país sabiamente. Los impuestos que pagaban sus súbditos los empleaba en construir escuelas y universidades para que los jóvenes pudieran aprender los distintos oficios y estudiar todas las ciencias y de este modo ser capaces de servir mejor los unos a los otros. También hizo construir hospitales y formar médicos para que sus súbditos sufrieran las menos enfermedades posibles. Hizo construir carreteras y ferrocarriles para que los bienes producidos en una parte del país pudieran ser rápidamente enviados a otras partes del país donde fueran necesarios. Amonestó a sus jueces a que dieran veredictos justos y no permitió a sus oficiales aceptar sobornos.

El rey también quería que sus súbditos vivieran en paz. Especialmente ordenó a los profesores que enseñasen a los niños a ser tolerantes y a no menospreciar a nadie por el color de su piel, por su religión o por su cultura. Además, se debía enseñar a los niños a no pelearse cuando tuviesen una conflicto, sino a aclarar las cosas y resolver sus riñas amablemente. Cada año un gran festival por la paz se celebraba en la capital con música y bailes tradicionales al que gente joven de todo el mundo era invitada.

El rey era un hombre joven y bueno, tranquilo, modesto y dulce. Era incapaz de hacer daño a una mosca. No se vestía extravagantemente, no comía alimentos caros ni bebía vinos costosos, no gastaba el dinero de los contribuyentes en pomposos palacios, magníficos caballos o coches rápidos. Amaba a su joven esposa y por las noches se sentaba con sus dos hijos y les leía cuentos para dormir. Pero, lo que más le gustaba hacer era sentarse en su despacho con libros e informes de todas las partes de su país y idear nuevos planes para hacer la vida de sus súbditos todavía mejor.

El rey no era en absoluto vanidoso, pero era un lúcido pensador, y cuando miró los informes que tenía de todas las partes de su nación llegó a la conclusión de que realmente estaba gobernando bien el país y de que probablemente era el mejor rey que el país hubiera podido desear. Llegó incluso a la conclusión de que nadie tenía una razón para desear otro rey a no ser que tuviese malas intenciones, y que cualquiera que desease ser rey en su lugar sólo podría planear el utilizar los poderes reales con fines egoístas.

Le dijo a su jefe de policía: “Si alguien quiere ser rey en mi lugar, sólo puede ser para abusar de los poderes reales, tal vez para construir palacios pomposos, para gastar el dinero de los contribuyentes en ropas y joyas extravagantes o para comprar magníficos caballos o coches rápidos. ¡Así que por favor, cuidado con esas personas y evita que perjudiquen al reino!”

El jefe de la policía era un viejo amigo del rey, habían ido a la misma escuela y estudiado en la misma universidad. Él también era un buen joven que tenía muchas buenas cualidades. No odiaba a nadie, no menospreciaba a nadie porque vistiera de manera diferente, hablase otro idioma o creyese en otra religión. Pero su más destacada cualidad era ser absolutamente leal a su rey. Dijo a sus policías: “Tenemos un rey muy inteligente y bienintencionado que nos gobierna sabiamente. Se preocupa de nuestras escuelas y universidades, de nuestros hospitales, carreteras y ferrocarriles, de nuestros tribunales y de nuestro servicio postal. Todo esto es muy importante para nuestro país. Pero, lo más importante para el bienestar de nuestro país y de sus súbditos es que nuestro rey continúe siendo rey. Por lo tanto, estad al tanto de cualquiera que desee otro rey o que  incluso aspire a ser rey él mismo. Esas personas serán enemigos del pueblo y de los que hay que deshacerse inmediatamente.”

Los policías también eran gente buena que tenían muchas cualidades. Amaban a sus familias y no odiaban a nadie. Pero su principal cualidad era obedecer a sus superiores. Así que estaban al tanto de personas que pudieran ser enemigos del rey y por lo tanto enemigos del pueblo. Cuando oían a alguien que decía “Bueno, el hospital nuevo es algo muy bueno pero, debería tener una sala de maternidad más grande”, ellos sospechaban que criticaran al rey e inmediatamente los arrestaban.

Después de un tiempo algunos empezaron a quejarse más seriamente, diciendo que la policía no debería arrestar a personas sólo por tener una opinión diferente sobre hospitales o escuelas. Por supuesto, estas personas eran tratadas con más dureza incluso. Eran enviados a las mazmorras más profundas y sus juicios no se desarrollaban en público. La gente corriente no debía enterarse de que había tantas personas criticando el comportamiento de la policía. Y si alguien trataba de resistirse a ser arrestado la policía no podía evitar usar la fuerza incluso aunque esto no les gustase.

Los amigos y familiares de las personas desaparecidas continuaban haciendo preguntas, por lo que el rey hizo una ley en la que prohibía criticar las acciones de la policía. A los periódicos no se les permitía escribir sobre los arrestos o sobre las personas que habían desaparecido. Entre la población las opiniones eran diversas. Algunos pensaban que la policía tenía el derecho de vigilar la seguridad del rey ya que, después de todo, era un rey bueno que gobernaba sabiamente el país. Pero otros pensaban que era injusto arrestar a personas y meterlas en las más profundas mazmorras sin ni siquiera un juicio público. También se quejaban de que en la actualidad el rey gastaba más dinero en policía que en escuelas, hospitales y carreteras. Y algunos pensaban seriamente que ahora el rey debería ser reemplazado por otra persona. Cuando algunas de esas personas fueron arrestadas, el jefe de la policía pensó que eran demasiado peligrosas como para dejarlas vivas, aún incluso en las más profundas mazmorras. Aunque era muy reacio a derramar sangre, su lealtad al rey exigía que hiciese matar a esos cabecillas. No lo hizo él mismo sino que ordenó a sus policías más leales que lo hicieran. Los policías, que estaban acostumbrados a obedecer órdenes, no cuestionaron esta decisión. Ellos sólo cumplieron con su deber.

Entonces, la gente empezó a temer por sus vidas, y muchos de los que se oponían a la forma en que el país era gobernado huyeron a países vecinos.

Se puede adivinar qué fue lo siguiente que ocurrió. El jefe de la policía temió que las personas que se oponían al rey se reuniesen en los países vecinos, levantasen un ejército y volvieran para conquistar el país y derrocar al rey. Así que, se gastó incluso más dinero de los contribuyentes en fortalecer al ejército, comprar más armas y contratar más agentes de servicio secreto que espiasen a los países vecinos.

Y por supuesto, los países vecinos empezaron a tener miedo y se prepararon para defenderse.

Así que un día el rey bueno no tuvo otra opción que declarar la guerra a sus vecinos, el fiel jefe de policía no tuvo otra opción que llevar al ejército a batalla y todos los hombres buenos a los que se les había enseñado a ser tolerantes y respetuosos hacia los otros no tuvieron otra elección que coger sus armas, avanzar hacia la frontera y disparar a los hombres buenos del otro lado antes de que los disparen a ellos.

 


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