Martin Auer: La guerra extraña, Historias para educar en la paz

   
 

La Extraña Gente del Planeta Hortus

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Traducido por Gema González Navas

Revisado por Sara Bernal Rutter

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Miedo
Otra Vez Miedo
La Extraña Gente del Planeta Hortus
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La Extraña Guerra
Arobanai
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Atasco
Los Dos Prisioneros
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Dinero
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Informe para el Consejo de los Sistemas Solares Unidos
Hablando Claro
La Bomba
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Sobre el planeta Hortus vivían cuatro pueblos en cuatro poblados: los Manzana, los Ciruela, los Pera y los Frambuesa. Los Manzana vivían de la compota de manzana, de los hojaldres de manzana, de la mermelada de manzana y de las tartas de manzana. Los Ciruela vivían de la compota de ciruela, de los hojaldres de ciruela, de la mermelada de ciruela y de las tartas de ciruela. Sucedía más o menos lo mismo con los Pera y los Frambuesa.

Esto funcionó bien durante cierto tiempo, pero un día los Pera sintieron que ya les salía la mermelada de pera hasta por los ojos y uno de los Pera dijo: "¿Sabéis qué? ¡Vamos a convertirnos en bandidos!"

"¿Bandidos? ¿Eso qué quiere decir?"

"Muy sencillo. Nos escabulliremos por la noche donde viven los Ciruela y cuando estén todos dormidos entraremos en emboscada y los moleremos a golpes. Después cogeremos tantas ciruelas como podamos transportar y saldremos corriendo. Y así, podremos finalmente comer compota de ciruela, hojaldres de ciruela, mermelada de ciruela y tarta de ciruela."

"¡Estupendo! ¡Eso será divertidísimo!"

Y así se escabulleron en el pueblo de los Ciruela y cuando estaban todos dormidos se les echaron encima, entraron en las casas y les molieron a golpes. Después cogieron tantas ciruelas como se podían llevar y salieron corriendo.

Los Ciruela estaban asustadísimos y tristísimos. "¿Qué ha sido esto? ¡Jamás había sucedido una cosa semejante!"

"¿Se habrán vuelto locos los Pera? ¡Les mandaremos a la señora Tallo de Ciruela!"

La vieja señora Tallo de Ciruela era capaz de hacer un ungüento de huesos de ciruelas que podía curar casi todas las enfermedades, excepto las piernas rotas.

Y así la señora Tallo de Ciruela partió con su bote lleno de ungüento de huesos de ciruela.

Pero cuando volvió por la noche dijo: "No quieren que se les cure. Me han amenazado incluso con pegarme y mandarme de vuelta."

"¡Eso es muy grave! ¿Qué vamos a hacer ahora?"

"Si no quieren curarse, entonces es que no están malos, sino que son malos. ¡Hay que castigarles!"

"¡Sí, eso es lo que debemos hacer! Nos echaremos sobre ellos y cogeremos sus peras. ¡No estaremos haciendo más lo que es justo!"

Y todos se alegraron y gritaron como locos. Solamente la señora Tallo de Ciruela parecía preocupada y movía su cabeza inquietamente.

Los Ciruela se encaminaron hacia la guerra. Esa noche misma lanzaron un ataque contra los Pera y les molieron a palos, cogieron tantas peras como pudieron llevarse y escaparon.

"¿Y qué haremos si vuelven a atacarnos mañana?" Todos parecían preocupados, pero el señor Hueso dijo: "Pondremos guardias con grandes bastones alrededor del pueblo y si vienen les daremos de palos."

Y así hicieron y cuando los Pera volvieron varias noches después, les dieron una buena paliza.

"¡Bien, es lo que os había dicho! ¡Han tenido lo que se merecían! ¡Así pensarán dos veces el tendernos una nueva emboscada tan pronto!"

"Vale, pero sabrás que hemos estado también haciendo guardia cada noche durante dos semanas y que hemos estado durmiendo todo el día. ¡Durante ese tiempo nos hemos comido todas las tartas de ciruela y la mermelada de ciruela y no hemos tenido ni un segundo para cocinar u hornear!"

"¡Entonces todo el mundo debe dar a los vigilantes algo porque han estado en guardia por el bien de todos nosotros!" Todos los Ciruela dieron a los guardias algo y el señor Hueso se llevó la mejor parte porque "¡Yo me he ocupado de todo y soy el máximo responsable!"

Al cabo de un tiempo, los Ciruela empezaron a gruñir porque antes había habido siempre suficiente para todo el mundo y ahora, que los hombres jóvenes hacían guardia en lugar de ocuparse de los ciruelos, sin cocinar ni hornear no había suficiente para todo el mundo.

"Me parece bien," dijo el señor Hueso, "pero, ¿de quién es la culpa que nuestros jóvenes no puedan trabajar y en su lugar tengan que estar haciendo guardia? ¡De los Pera! ¡Así que ellos son los que tienen que pagar por ello!"

Se puso en marcha con sus hombres hacia el poblado de los Pera para saquearlos de nuevo. Pero los Pera habían puesto también guardias y hubo una lucha terrible a medio camino entre los dos poblados y los Ciruela no pudieron coger las peras.

Entonces el señor Hueso dijo: "Tenemos que coser redes y lanzarlas sobre los guardias de los Pera. ¡Sólo entonces podremos vencerles y saquear su poblado!"

Fue así como todos los Ciruela tuvieron que fabricar redes para que de esa manera el ataque tuviera éxito. El señor Hueso condujo las tropas de vuelta con orgullo porque cada hombre joven llevaba en su hombro un saco de peras. El señor Hueso también llevaba algo: el peso de la responsabilidad.

El señor Hueso ordenó a todos que vaciaran los sacos de peras en medio del pueblo y las amontonaran en una gran pila. Luego él dividió la pila en tres partes. "¡Ya está!", dijo "Una pila para dividir entre los del pueblo para que tengan suficiente para comer; otra pila para mis soldados porque lucharon valerosamente; y otra pila para me porque yo soy el que llevo toda la responsabilidad."

Y todos gritaron de alegría y golpearon en el hombro al señor Hueso. Sólo la señora Tallo de Ciruela parecía preocupada y volvía a menear su cabeza diciendo: "¿Y qué pasará si los Pera también nos lanzan una red?

"¡Ya he pensado en eso! Construiremos una muralla alrededor del poblado para que no nos puedan tender nunca una emboscada." Y fue así cómo los Ciruela se pusieron a construir una muralla alrededor del poblado.

Pero los Pera no querían quedarse quietos con la vergüenza de su derrota. Y cuando sus enviados informaron que los Ciruela estaban construyendo una muralla alrededor del poblado, los Pera construyeron también otra muralla alrededor del suyo y cosieron redes para atrapar a los guardias. También fabricaron escaleras para poder subir a la muralla de los Ciruela. Y una noche, con sus escaleras, invadieron el poblado de los Ciruela para robarles todo lo que tenían.

"¡Ya basta! Tenemos que enseñar a esos gallinas de los Pera una lección de la que no se recuperaren nunca" Y el señor Hueso ordenó a los Ciruela que construyeran una torre gigante con ruedas. Él iba a empujarla hasta la muralla del poblado de los Pera para después lanzar bolas de fuego a las casas de los Pera. Pero, mientras tanto, los Pera estaban ocupados construyendo una catapulta gigante que iban a usar para demoler la muralla del poblado de los Ciruela.

Y una noche, el ejército de los Ciruela se adentró en el poblado de los Pera, mientras que el ejército de los Pera se adentró en el poblado de los Ciruela. Y como la noche era oscura y con niebla los dos ejércitos se cruzaron sin darse cuenta. Cuando los Ciruela habían erigido su torre enfrente de la muralla del poblado de los Pera, el señor Hueso subió a lo alto y gritó: "Abrid las puertas y rendíos o quemaremos todo vuestro poblado."

Y como el ejército de los Pera se había marchado, los del pueblo abrieron las puertas y dejaron a los Ciruela entrar.

Y cuando los Pera habían apoyado su catapulta en la muralla de los Ciruela, su líder escribió en un trozo de papel: "¡Rendíos o todo el poblado será catapultado!" Y envolvió una roca con el papel y la lanzó por encima de la muralla. Y los Ciruela también abrieron las puertas y dejaron a los Pera entrar.

Pero cuando los ejércitos quisieron comenzar con el pillaje descubrieron que apenas quedaba nada. Sólo unos cuantos botes de mermelada de ciruela o pera, unos cuantas tartas ya duras y restos de hojaldres que estaban ya enmohecidos.

"¡Pero si no queda nada!", dijeron los Pera a los soldados de los Ciruela. "No hemos tenido un minuto ni para ponernos a cocinar ni para ocuparnos de los árboles. La guerra no nos ha dejado hacer nada."

"¡No nos queda nada!", dijeron los Ciruela a los soldados de los Pera. "No hemos tenido tiempo ni para cuidar los árboles ni para hornear tartas. La guerra no nos ha dejado hacer nada."

"¡Maldita sea!", dijo el jefe de los soldados Pera y se dio la vuelta.

"¡Diablos!", dijo el señor Hueso y ordenó a su ejército volver a casa.

A la salida del sol, ambos ejércitos se encontraron a medio camino entre los dos poblados y como ya estaban muy enfadados se pusieron a pelear. Pero los dos jefes decidieron no unirse y cada uno se quedó en una pequeña colina mirándose malvadamente y lamentándose con tristeza.

Cuando decidieron que los dos ejércitos se habían vapuleado lo suficiente, ordenaron que se retirasen y se marcharon a su casa.

Al día siguiente el señor Hueso reunió a los Ciruela y les dijo: "¡Bien, ahora tenemos que apresurarnos y hornear unas cuantas tartas de ciruela. ¡Tenemos que hacerlo más rápido que los enemigos para que estemos preparados antes que ellos para la nueva batalla!"

Pero la señora Tallo de Ciruela dijo: "No podemos hacer eso porque no hay ciruelas y porque nadie se ha ocupado de los árboles durante todo este tiempo. Están todas podridas en el suelo y tampoco tenemos harina para las tartas. Además no podemos seguir actuando de esta manera. ¿Qué sentido tiene robarnos unos a los otros? Si queremos tener suficiente para comer, tenemos que trabajar todos todo el día. ¡Nosotros tanto como los Pera! Robarnos no hace que ni los Ciruela ni los Pera progresemos. ¡Tenemos que hacer las paces con los Pera!" Y los Ciruela, que realmente querían empezar a ocuparse de una vez de sus ciruelos y volver a hacer tartas, estaban de acuerdo con ella.

Pero el único que no estaba de acuerdo era el señor Hueso porque si no había guerra no podía dar órdenes ni ser el máximo responsable. Tampoco habría botines de los que apropiarse de la mayor parte.

Se dio un rodeo por entre el poblado de los Frambuesa y les dijo: "¡Escuchad! Los Pera no tienen nada para comer porque se lo han gastado todo en la guerra, así que existe un gran peligro de que vosotros seáis los siguientes a los que roben."

Los Frambuesa se rascaron la cabeza y dijeron: "¡Nunca les hicimos nada!"

"¡Eso no importa!," dijo el señor Hueso. "Son bandidos y saben dónde tienen que buscar."

"¡Eso es terrible!," dijeron los Frambuesa. "¿Qué podemos hacer? Nosotros no tenemos ni idea de cómo hacer una guerra."

"¡Pero nosotros sí lo sabemos!," dijo el señor Hueso. "Tengo una propuesta: vosotros nos dais unos cuantos cestos de frambuesas y nosotros os protegeremos de los Pera."

"De acuerdo," suspiraron los Frambuesa. "¿Qué otra opción nos queda?"

Y entonces el señor Hueso volvió al poblado de los Ciruela y les dijo: "Todavía necesitaremos casi un año para la próxima cosecha de ciruelas. ¿De qué vamos a vivir mientras tanto? ¡Si firmamos la paz pasaremos hambre durante un año! Pero si nos aliamos con los Frambuesa para luchar contra los Pera, tendremos frambuesas inmediatamente."

"Sí, eso es mejor," gritaron los jóvenes, que ya se habían acostumbrado a luchar. "Se nos da mejor pelear que cultivar ciruelas."

Los otros Ciruela se rascaban la cabeza y decían: "¡Pasar hambre un año entero! ¿Quién puede aguantar eso?" Y ellos también se pusieron del lado del señor Hueso. Sólo la señora Tallo de Ciruela parecía preocupada y no paraba de mover su cabeza.

Pero, mientras tanto, el mariscal de los Pera se había aliado con los Manzana. Y de esta manera todo lo anterior se volvió a repetir: los Frambuesa y los Pera tuvieron que construir murallas alrededor de sus poblados y tejer redes y construir catapultas y torres de control y además dar a sus aliados la mitad de su fruta. Y al terminar el año no quedaba en todo el planeta nada para comer ni para robar.

Entonces la señora Tallo de Ciruela reunió a todas las mujeres del planeta, hecho que fue posible porque sólo había cuatro poblados, y les dijo: "No podemos continuar viviendo así. El pillaje y la guerra no producen ciruelas ni frambuesas ni manzanas ni peras. Alguien tiene que trabajar o no habrá botín alguno. ¡Y como además sólo tenemos justo lo suficiente para comer cuando todo el mundo trabaja, razón de más para que no podamos permitirnos estos pillajes! ¡Las redes, las escaleras, las catapultas, las murallas y las torres de control no se pueden comer!"

"¡Totalmente de acuerdo!", dijeron las mujeres.

"Entonces decid a vuestros maridos que se den la mano y vuelvan a sus huertas lo antes posible o nos moriremos de hambre."

"¡Vale!," dijeron las mujeres.

Y así fue como se firmó un tratado y los hombres se dieron la mano murmurando: "Perdón, esto no volverá a suceder jamás" Y así llegó la paz al planeta Hortus de nuevo. Al cabo de dos o tres años todos tuvieron de nuevo suficiente para comer. La señora Tallo de Ciruela preparó tarros de mermelada de ciruela para los otros pueblos, y las mujeres de los otros pueblos se enviaron tarta de manzana, compota de pera y hojaldres de frambuesa.

Y como la paz reinó por tanto tiempo, la gente tuvo tiempo para reflexionar un poco y hacer nuevas invenciones. Una persona inventó unas pinzas especiales con las que se podían coger manzanas sin tener que subir a los árboles. Otra persona hizo crecer un arbusto de frambuesas que no tenía espinas. Otra persona creó un instrumento para sacar fácilmente el hueso de las ciruelas. Y otra inventó un cuchillo especial para pelar peras.

"Esto es fantástico," dijeron las mujeres, "ahora todo el mundo sólo tiene que trabajar a tiempo parcial y además tenemos suficiente para todos."

Pero un día el señor Hueso se levantó y le dijo a los Ciruela: "No es bueno que la gente esté por ahí sin hacer nada durante la mitad del día ahora que nuestro trabajo es más sencillo gracias a nuestro deshuesador de ciruelas. ¿Qué pasará si los Pera deciden preparar una emboscada y forzarnos a trabajar la otra mitad del día? Los Pera han inventado un nuevo pelador de peras que supone un gran peligro para nosotros. ¡Si ellos consiguen no tener que trabajar todo el día porque tienen suficiente para comer, entonces tendrán más tiempo para construir nuevas torres de control y catapultas! Por tanto no podemos desperdiciar la mitad del día jugando y contando historias. Ahora con la ayuda de nuestro nuevo deshuesador disponemos de tiempo para pensar en nuestra defensa. En vez de trabajar medio día, sería mejor si la mitad de nosotros trabajase todo el día y la otra mitad se encargase de construir catapultas y entrenarse. Ahora podemos mantener un ejército permanente. ¡Esa es la única manera de protegernos de un nuevo ataque de los Pera, quienes algún día nos esclavizarán!"

Y todo hubiera comenzado otra vez como anteriormente si ....

... si la señora Tallo de Ciruela no se hubiera levantado y delante de todo el mundo hubiera dado una bofetada al señor Hueso. Después él se sentó tranquilamente en silencio y nunca más volvió a decir una palabra.


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